sexta-feira, 18 de fevereiro de 2011

Rafting en el Chapare (Bolívia)


EMÓCION SIN LÍMITES

 


Al llegar por primera vez al Chapare, un exuberante territorio de asombrosa fertilidad, surcado por ríos poderosos, montañas cubiertas de selva y paisajes paradisíacos, descubrimos que aquí todo se escribe con mayúsculas. Es que cuando las últimas estribaciones montañosas de los Andes, ceden paso a las primeras llanuras de la Amazonia boliviana, emerge un microclima de gran humedad y sorprendente biodiversidad. En esta tierra donde se siembra y se cosecha la planta de coca, las inundaciones son comunes y la aventura es nuestra compañera habitual, en una mañana fresca y nubosa enfrenté las aguas encrespadas del río Espíritu Santo.

Texto y fotos: Luca Spinoza

Un amanecer glorioso
Los trinos y gorjeos de innumerables aves escondidas entre el follaje, le daban un seductor toque de musicalidad al amanecer, cuando me levanté y salí a los jardines del acogedor hotel localizado en un claro abierto entre la espesa selva tropical. Mientras un delicioso aroma a hierba mojada inundaba mi olfato, contemplé cómo el cielo se vestía con los primeros  arreboles del día, en un delirio de colores vivos enmarcados por el omnipresente verde.



Después de una torrencial lluvia nocturna, las arboledas del Chapare palpitaban en intensos ritmos de vida. No en vano, la región es una de las más húmedas y ricas en biodiversidad del planeta, haciendo parte del famoso corredor biológico Vilcabamba – Amboró, que incluye algunos de los más preservados parques nacionales del mundo, como el Manu en Perú y el Madidi en Bolivia.


Luego de disfrutar de un desayuno compuesto por deliciosas frutas de la zona, además de mi infaltable quinua con leche y miel, partí con mi cámara fotográfica y mi cuaderno de apuntes hacia el cercano villorrio de Avispas, donde se iniciaría nuestra aventura. Finalmente, a las siete de la mañana, llegué al punto de donde partiríamos y sentí los tamborileos de ansiedad de mi corazón, mientras respiraba a pleno pulmón el aire fresco de una mañana que prometía muchas emociones. 



Adrenalina inmediata
El día aún guardaba vestigios de la intensa lluvia de la noche anterior, cuando Ramiro Cortez, el fundador de la empresa de turismo aventura que me había invitado a experimentar las emociones del rafting, me transmitió los necesarios procedimientos de seguridad y en una espaciosa balsa de goma, nos entregamos a la voluble corriente del caudaloso río Espíritu Santo. 


El torrente nos integró de inmediato a sus caprichos y en pocos segundos, nos deslizábamos a una velocidad alucinada que nos  hacía sortear rápidos y remolinos, en medio de un deslumbrante escenario de montañas tapizadas de impenetrable selva, que a veces se ocultaban por la acción de traviesos y movedizos jirones de niebla.


Si al inicio, la belleza sin paralelo del Chapare me distrajo de las curvas que efectuaba el amplio cauce, cuando el primer golpe de agua se desplomó de frente sobre mí, despertó de sopetón todos mis sentidos y me hizo arrojar lejos todo rastro de pereza y desconcentración.


A pocos metros de la balsa amarilla donde íbamos Ramiro, yo y la instructora Janet Veizaga, el kayac rojo de seguridad piloteado por el guía Alfredo Vidal, eludía las innumerables piedras de la corriente con agilidad, mientras Ariel Campero, otro de los instructores, avanzaba sobre una tabla de hidrospeed en medio de una efervescencia de espuma y olas de diferentes tamaños. Es que este río tiene tramos que alcanzan la categoría 4, dentro de la escala de medición de dificultad en rafting, que va de 1 a 6, por lo que la travesía es siempre una estimulante y emocionante aventura.



Experiencia inolvidable
Poco a poco mi cuerpo fue acostumbrándose a las exigencias de la acuática travesía y remaba hacia delante, hacia atrás o dejaba de hacerlo, en perfecta sintonía con las instrucciones del guía que, sentado en la popa, determinaba con su remo el rumbo que la embarcación debía seguir.


De vez en cuando nos deteníamos en alguna orilla y yo desembarcaba para sacar fotografías con mi cámara digital, que viajaba segura y seca dentro de dos compartimientos impermeables, que iban dentro de un tambor azul de plástico (también estanco) sólidamente amarrado a la balsa. 


A medida que avanzábamos deslizándonos veloces por el torrente, veíamos aves que se posaban en piedras que emergían en medio del río o volaban a ras del agua en audaces planeos. La tupida vegetación  de las orillas ofrecía flores de diferentes colores y el aroma de la lluvia reciente, permanecía en el aire con un delicioso sabor de frescura.



La sensación de libertad que sentía a cada gota que me salpicaba el rostro, me inundaba de alegría y me sentía VIVO con mayúsculas, dejando atrás todo asomo de flojera, temor, duda o indecisión. El reencuentro con las rudas caricias del viento, cargado del oxígeno generoso que producía la vegetación que nos envolvía, era como volver a localizar a un amigo querido y ausente, que habíamos perdido de vista en las ciudades sobrepobladas, ruidosas y contaminadas del mundo.


Energizando el alma
Las panorámicas privilegiadas que abrazaban al río mientras nos precipitábamos sobre él, eran un espléndido regalo para la vista y, a pesar de estar totalmente concentrado en las emociones del rafting, no podía dejar de admirar su grandiosa belleza. Desde diminutas manchas de líquenes (las formas más básicas de flora), hasta monumentales árboles de amplias copas y floraciones monumentales, el mundo vegetal de El Chapare se hacía presente con un formidable vigor. 


A pesar de los constantes giros y sacudidas que sufríamos al surcar las turbulentas aguas del poderoso Espíritu Santo, me sentía muy tranquilo y lo disfrutaba al máximo. El casco que me cubría la cabeza, el salvavidas que me ceñía el cuerpo y la presencia constante del kayac de rescate, eran garantía de que cualquier caída que pudiese acontecer sería tan sólo un chapuzón sin mayores consecuencias. Así le sucedió en medio de unos rápidos  a un compañero de aventura, pues en un rudo sacudón de la embarcación, cayó en las frías y revueltas aguas mientras la balsa volvía rápidamente a rescatarlo. 



De esta manera, en un estimulante trayecto de cinco horas y veintiocho kilómetros de curvas, turbulencias, remolinos y remansos, viví una de las más emocionantes y maravillosas aventuras de mi vida. En medio de uno de los escenarios geográficos más fascinantes de Bolivia, pasando al lado de orillas sembradas de coca, cruzando por debajo de puentes colgantes y sintiendo una salvaje felicidad circulando por mis venas, quedé libre de tensiones, energizado hasta el alma y preparado para cualquier nuevo desafío.

Curiosidades
Los ríos donde se practica el rafting, se clasifican según la turbulencia de las aguas y la declividad de su cauce, en seis categorías que van desde el nivel 1, el más fácil y tranquilo, hasta el nivel  6, el más difícil y apto sólo para expertos.


Hotel Victoria Resort & Club, El Chapare

Um comentário:

  1. Dentro de um caiaque ou de uma balsa de borracha, as turbulentas águas do rio Espírito Santo, nos fazem sentir como se sentiria uma maçã dentro de um liquidificador, antes de virar uma gostosa e nutritiva vitamina.

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