domingo, 3 de abril de 2011

Matéria no maior jornal impresso de La Paz e segundo da Bolívia

 

PARALELO 15 Tras las raices afro




Un fotógrafo, un escritor y un guía de turismo iniciaron una travesía por comunidades afrodescendientes de Mato Grosso y los Yungas 

Las negras de Vila Bela da Santíssima Trindade bailaban para salvar la vida de sus compañeros esclavos. Lo hacían en la casa del patrón, ataviadas con sus mejores galas y acompañadas de su mejor comida. De-sesperadas,  intentaban así ablandar  el corazón de su “patrón” y redimir del castigo a los suyos. Pronto, este ritual —característico en esa región brasileña durante la Colonia portuguesa— adquirió un nombre, ‘chorado’ (llorado).

En la fiesta de Vila Bela. Un grupo de afrobrasileñas da vida a la danza del ‘chorado’ (llorado), en la fiesta del pueblo que se celebra anualmente en julio. El baile, realizado en la Colonia por las féminas para que el patrón no castigue a familiares y amigos esclavos, en muchos casos terminaba con favores sexuales de las jóvenes. Este extremo era conocido y hasta consentido por la comunidad entera.
Fuente: FOTO: Mario Friedländer

Hoy, esta dolorosa ceremonia se ha transformado en una danza festiva que las mujeres mayores de 30 años —no se permite la participación de adolescentes— bailan en fiestas religiosas o para recibir a las autoridades que llegan a visitar el lugar.

Vivencias como esta vienen siendo recogidas por el Proyecto Paralelo 15, un emprendimiento que busca rescatar las manifestaciones culturales y la historia de los afros en Brasil y Bolivia, sumándose de esta forma al Año Internacional de los Afrodescendientes, instaurado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El equipo está conformado por el fotógrafo brasileño Mario Friedländer, el escritor chileno-boliviano Luca Spinoza y el guía de turismo Hélio Caldas. Juntos iniciaron en febrero de este año la travesía  — que tiene en común precisamente el paralelo 15 — en la localidad de Vila Bela da Santíssima Trindade, en el estado de Mato Grosso (próxima a la frontera con Bolivia). Desde entonces, el trío ha venido visitando comunidades de afrodescendientes en ambos países. Su investigación les llevó, en marzo, hasta el Carnaval de Oruro. “Quedamos sorprendidos al corroborar en esta fiesta folklórica la fuerte presencia de elementos de la cultura y la religiosidad afro en Bolivia”, asegura Friedländer, mientras en la pantalla de su laptop se luce la imagen de un moreno, captada de una de las fraternidades de la danza de la morenada. Pronto saltan en el ordenador otras fotografías de la saya paceña. “Esta danza, desde mi punto de vista, es como el ‘chorado’ de Brasil; es una herramienta que los afrodescendientes tienen para ablandar el corazón de los bolivianos”, analiza el fotógrafo.
 
El equipo del Proyecto Paralelo 15. | Fuente: FOTO: Mario Friedländer.

Similitudes abundan entre los descendientes africanos en ambos lados de la frontera. Friedländer, por ejemplo, señala que la figura danzante del moreno capataz y los elementos que conforman su paso se asemejan a los rituales que se realizan en Mato Grosso. “Este personaje es similar a preto velho (negro viejo), que tiene importancia espiritual dentro de su comunidad. El humo, el collar... son elementos afro”.

A pesar de tener una historia común, los afrodescendientes de Bolivia y de Brasil desconocen la existencia de sus pares. “El impacto cultural de los africanos en el corazón de América Latina es innegable, pero lamentablemente está invisibilizado. No es reconocido ni por las sociedades ni por ellos. En Mato Grosso, por ejemplo, ni siquiera se imaginan que en Bolivia habitan afros y que comparten elementos que retroceden hasta sus ancestros africanos”, comenta Spinoza. Es más, se desconoce en Brasil —que cuenta con una fuerte población negra— que fue en el territorio del Alto Perú donde, durante la Colonia, se comenzó a utilizar a esclavos afro para la explotación de las minas de plata.

Si bien no existen datos oficiales sobre la cantidad exacta de africanos que llegaron hasta América durante la Colonia, algunos investigadores señalan que entre los siglos XV y XIX el continente negro perdió más de cien millones de hombre y mujeres jóvenes. Varias regiones africanas quedaron casi totalmente despobladas. El investigador André Gunder Frank, en su libro La acumulación mundial (1492-1789), señala la cifra de 13.750.000 esclavos traídos a América entre los siglos XVI y XIX. El investigador Enrique Peregalli añade un 25% por muertes en el trayecto y un 25% más por muertes en África con motivo de las guerras de captura, lo que da un total de más de 20 millones de africanos perdidos para el continente en ese período, según rescata el investigador Marco Sapunar .

En su crónica de viaje, el padre Alonso de Sandoval relata las condiciones de viaje de los esclavos. "Van de seis en seis, encadenados por argollas en los cuellos; asquerosos y maltratados y, luego, unidos de dos en dos con argollas en los pies. Van debajo de la cubierta, con lo que nunca ven el Sol o la Luna. No se puede estar allí una hora sin grave riesgo de enfermedad. Comen de 24 en 24 horas una escudilla de maíz o mijo crudo y un pequeño jarro de agua. Reciben mucho palo, mucho azote y malas palabras de la única persona que se atreve a bajar hasta la bodega, el capataz".

La ciudad de los negros libres

Los negros arribaron al Nuevo Mundo en el siglo XVI y su mano de obra fue inmediatamente utilizada por los conquistadores, entre otros, en los campos de azúcar y de tabaco ubicados en valles y trópicos. La fiebre de la explotación de la plata en Potosí, sin embargo, provocó que los pasos de los esclavos africanos —que entonces eran considerados mercancía y eran llamados “piezas” por los conquistadores— llegaran a los más de 4.000 metros de altitud sobre el nivel del mar en los que se asienta la Villa Imperial. Allí desarrollaron distintos trabajos como el de acuñadores de las monedas del mineral argentífero y, los más fuertes, dentro de las minas.

Para los africanos —que en su mayoría provenían de las cálidas y bajas tierras de Congo, Angola, Benguela y Biafra, entre otras— el nuevo destino resultó ser fatal; muchos de ellos murieron. Según los datos recogidos de la época  los esclavos africanos se mostraron públicamente por primera vez en un gran acontecimiento en el año 1555. Hicieron su aparición junto a sus amos en una fastuosa procesión que fue celebrada en la ciudad de Potosí. Pronto surgieron cofradías de negros no sólo en esta urbe sino también en La Paz.

Según los datos del Movimiento Cultural Saya Afroboliviano, la población afrodescendiente en Bolivia supera actualmente las 30.000 personas. Aunque desfalleciente, el legado africano se mantiene vigente. Por ejemplo, el kikongo y el kinbundo son dos lenguas africanas que todavía suenan en los Yungas paceños. Están presentes en ‘El mauchi’, una ceremonia fúnebre tradicional de la cultura afroboliviana. Con esta invocación —cantada con una mezcla de español y africano— se solicita a la naturaleza y a los espíritus que reciban al difunto. Este rito es uno de los pocos que este grupo aún mantiene de sus antepasados, que llegaron a esta región para trabajar en los cocales.

En Brasil, el tráfico de esclavos comenzó en 1531 con un importante movimiento de población procedente, principalmente, de las colonias portuguesas de Angola y Mozambique, según se lee en un estudio sobre migraciones de Cidob.org. El gobierno brasileño abolió la esclavitud en 1878. Se estima que más de tres millones de africanos llegaron para trabajar en las plantaciones de azúcar, principalmente localizadas en la región noreste. Y desde finales del siglo XVIII, también en las minas de oro de Minas Gerais y Mato Grosso.

“Los descendientes afro en Bolivia y Brasil tienen una historia común. Fueron sacados a la fuerza de África por los europeos. En Mato Grosso, los portugueses construyeron una ciudad llamada Vila Bela. Allí se dedicaron a la extracción de oro de 24 quilates. Pero, cuando el metal comenzó a escasear, los colonos decidieron abandonar la ciudad, que tenía grandes palacios e imponentes iglesias. En Vila Bela dejaron a los esclavos viejos y a los enfermos. Entonces —a finales de 1800— sucedió allí un acontecimiento antropológico único en Brasil: familias de negros llegaron y se apropiaron del pueblo abandonado, donde luego vivieron por más de 100 años aislados, sin la presencia de los patronos blancos; eran libres”, narra Friedländer.

Durante ese período los afrodescendientes mantuvieron la explotación del oro, preciado mineral que, de forma clandestina —para no llamar la atención de los blancos— comerciaron con Bolivia. Sin embargo, en los años 50 una nueva especie de colonización afectó a las familias de Vila Bela y de toda la región de Mato Grosso. “Llegaron los europeos seguidores de las creencias evangélicas. Esto creó un gran problema para las comunidades afro. Los pastores llegaron con plata, medicina y apoyo para los negros de la región que vivían en condiciones muy precarias.

 
Vila Bela da Santíssima Trindade/MT, Brasil

En el proceso de evangelización predicaban que muchas de las manifestaciones religiosas afro, que guardaban elementos de sus antepasados, eran cosa del diablo. La comunidad se dividió en dos: los que se convirtieron evangélicos y los que permanecieron con su catolicismo arcaico”.

Fotografía que integra

La presencia de la cultura africana pervive en Vila Bela. Y es en la fiesta del pueblo, en julio, donde este hecho se hace evidente. Las comunidades afrobrasileñas de Mato Grosso se reúnen en esta localidad para celebrar a varios santos católicos, en especial a San Benito, patrono de los negros. “La herencia africana se muestra en las danzas como el congo de Sao Benedito y la festanca. Es tradición la elección de emperadores y emperatrices para cada una de las tres hermandades”, dice Friedländer.
 
El emperador y la emperatriz de una de las hermandades de la fiesta de Vila Bela y ruinas en Mato Grosso | Fuente: FOTO: Mario Friedländer

El fotógrafo lleva cinco años captando en su cámara las expresiones culturales de Vila Bela. Ahora, documenta la cotidianidad de los afros en Bolivia. La intención del Proyecto Paralelo 15 —que se encuentra en su primera etapa— es el de montar exposiciones en Bolivia y Brasil para, de esta forma, impulsar el intercambio cultural entre los afrodescendientes de ambos países. “La primera muestra se instalará en abril en Cuyabá, donde se presentará una selección de imágenes de los Yungas bolivianos. Luego se trasladará a Vila Bela, donde se mantendrá expuesta por 30 días. Luego, en agosto, traeremos imágenes de los afro brasileños hasta la fiesta de Tocaña”.

Afrodescendientes de Tocaña, en los Yungas | Fuente: FOTO: Mario Friedländer

Luca Spinoza explica que el proyecto tiene previsto alentar la visita de líderes y músicos afrobolivianos a Vila Bela para iniciar un proceso de acercamiento.  “Es vital que los afros del continente se conozcan y que elaboren estrategias conjuntas para visibilizar la importancia cultural e histórica que han tenido en el continente”.

Las metas trazadas por el equipó han seducido a empresas y emprendedores tando de Brasil como de Bolivia, quienes han apoyado el proyecto desde un inicio. Giovanna Gonzales es una de ellas. A través de la Fundación Ecosvida, esta arquitecta prevé la elaboración del primer mapa dedicado a los asentamientos humanos de los afrobolivianos. Para conocer más del proyecto pueden visitar Projetoparaleloquinze.blogspot.com

Periodista: Javier Badani

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